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Tuesday, November 5, 2013

¿Se puede ser anarquista sin ser feminista? (2004)


http://www.nodo50.org/mujerescreativas/LIBERTAR.htm

¿Se puede ser anarquista sin ser feminista?

"Sed pues abierta y enteramente anarquistas, y no un cuarto, un octavo o un dieciseisavo de anarquista, del mismo modo que se es un cuarto, un octavo o un dieciseisavo de agente de cambio"

J.Déjacque a P.J. Proudhon

¿Machista, pero anarquista? Hemos podido leer en un artículo titula "La cadena o las bragas" firmado por el Grupo Libertario de Ivry las siguientes palabras a propósito de Proudhon: "Se puede ser anarquista y defender el peor de los machismos". Es posible, pero lo que no dicen los autores del artículo es si tal declaración es legítima. Joseph Déjacque, hace más de un siglo, era más radical cuando interpelaba así a Proudhon (admirándolo, por otra parte): "No se considere anarquista o séalo hasta el final". Me parece interesante hacer un breve viaje al siglo XIX con el fin de ver cuáles eran por entonces los vínculos entre anarquismo y feminismo. En efecto, si la misoginia de Proudhon ha constituido durante mucho tiempo un referente para la clase obrera, se olvida muy a menudo que en época se elevaron otras voces que fueron comprendidas. Joseph Déjacque o André Léo, respondiendo a las tesis inadmisibles (y no anarquistas) de Proudhon, demostraron hasta qué punto los ámbitos políticos y privados estaban indisociablemente ligados y afirmaron que no se puede uno considerar anarquista si no es feminista. Me parece importante recordar estos viejos debates de hace más de un siglo, porque si con frecuencia nos lamentamos que los anarquistas hayan sido eliminados de la historia oficial, olvidamos también decir que los anarquistas feministas forman parte de la historia del anarquismo...

Los vínculos entre feminismo y anarquismo en el siglo XIX

Si sobre la cuestión del feminismo los anarquistas del siglo XIX han estado por detrás de sus ideas revolucionarias, y si, siguiendo a Proudhon, se oyeron numerosas declaraciones antifeministas en los medios revolucionarios, anarquistas o socialistas, existe no obstante una corriente feminsta que se opone, en el seno mismo del anarquismo, a la ideología dominante. Se puede considerar que nace con Joseph Déjacqu, que se enfrenta a Proudhon en el tema de los derechos de las mujeres.

Joseph Déjacque (1821-1864) puede ser considerado discípulo de Proudhon y de Fourier. Pierre Leroux ve en él al principal representante del anarquismo en Francia. En un artículo sobre los orígenes de las teorías socialistas (1885) escribió: "Ya no es Proudhon, en efecto, el que puede representar hoy a esta secta, debido a la conclusión final (la mujer esclava de la autoridad marital) a que ha dado lugar. Hacía falta otro. El estandarte de la libertad está hoy en manos de uno de sus discípulos, de un anarquista mucho más en serio que él. Se trata de Déjacque". En una carta dirigida a Proudhon en mayo de 1857, Déjacque demuestra cómo Proudhon, al negar los derechos de las mujeres, se muestra "igual que sus amos". Déjacque plantea el reto esencial de la igualdad de lso sexos: una revolución que hace desaparecer una forma de alienación pero que deja subsistir otra forma de dominación no es tal. La familia que defiende Proudhon, basada en el orden patriarcal, "concede al patriarcado lo mismo que el gobierno representativo es para la mayoría absoluta". La esclavitud de la mujer tiene consecuencias a la vez directamente políticas (hablamos aquí del principio de autoridad absoluta) y morales: del mismo modo que ningún hombre puede ser libre sin que lo sean los demás, ningún ser masculino podrá considerarse independiente mientras mantenga a las mujeres en situación de inferioridad, porque "quien ha sido amamantado por una esclava tendrá sangre de esclavo en sus venas"- Negar los derechos y la inteligencia de la mujer es reproducir lo que hacen los burgueses y aristócratas cuando niegan los derecho y la inteligencia al proletariado. Joseph Déjacque es uno de los primeros, junto a Proudhon, en reivindicar el término anarquista (tras la revolución de 1848); de origen popular y autodidacta elaboró y publicó, él solo, Le libertaire en el exilio.

Pero no fue el único, a finales del siglo XIX, que insistió en la construcción de la igualdad entre hombres y mujeres como condición del anarquismo. En la "conquista del pan" (1892), Kropotkin insiste en la alienación producida por el trabajo doméstico, y se enfrenta explícitamente a los revolucionarios que quieren la liberación del género humano sin trabajar por los derechos de la mujer. Mencionaremos igualmente a André Léo, una de las escasas feministas [francesas] cercanas al anarquismo. Ella no sólo lucha en el terreno de las leyes, sino también en el de las mentalidades. Lejos de limitarse a exigir el sufragio universal, se opone sobre todo a los revolucionarios poco consecuentes: los revolucionarios de la calle son muchas veces reaccionario en sus hogares. Ataca, por tanto, al sistema patriarcal en "La mujer y las costumbres". En "Monarquía o libertad" escribe en respuesta a las tesis misóginas de Proudhon, donde denuncia a los llamados partidarios de la libertad que se convierten en déspotas cuando entran en sus casas, y afirma que un Estado en el que la mujer está oprimida no puede ser sino autoritario.

Este género de críticas ha sido largamente recogido en los periódicos de la época, especialmente en los de Jean Grave. La Revolté, por ejemplo, reproduce el 17 de febrero de 1889 una carta de un lector que se indigna porque "los peores revolucionarios [ciertos revolucionarios] son soberanos no sólo en el hogar y a la mesa, sino también en la cama, donde transforman a sus mujeres en prostitutas": En Le Trimard, en 1896, el escritor anarquista Mécislas Golberg denuncia el hecho de que la mujer haya sido situada en el rango de la propiedad, e invoca a los revolucionarios: "Nosotros, seres sociales y antifamiliares, debemos ante todo hacer a la mujer consciente de su fuerza social". Golberg va más allá al esbozar una visión radicalmente distinta de la sexualidad. A diferencia de otros colectivos poco inclinados a abordar los problemas de la vida sexual, los anarquistas consideran a menudo la liberación sexual como parte de la emancipación integral del individuo. En sus "Cartas a Alexis (historia sentimental de un pensamiento)" podemos leer, en el capítulo titulado "Del amor", lo siguiente: "El amor es el sentimiento que una voluntad extraña nos da de nuestra propia voluntad. A menudo se produce entre personas de sexo distinto, otras veces entre gentes del mismo sexo. Eso importa poco en el fondo [...] yo creo que hombre y hombre, o mujer y mujer pueden también formar una unidad. Es ridículo creer que toda división de la materia viva establece contradicciones".

Vemos, pues, que incluso en el siglo XIX, hay suficientes anarquistas conscientes del vínculo entre política y sexualidad, que han comprendido la necesidad de un feminismo anarquista, para poder dispensar de esta tema a Proudhon.

Caroline Granier

(Le monde libertaire)





Extraído y copiado de la versión impresa de Tierra y Libertad, marzo 2004.

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